Juan se autodenomina un enfermo dos horas y media al día seis días a la semana, el resto del tiempo se define como una persona normal. Ese tiempo ‘de enfermedad’ es lo que dura su hemodiálisis, el tratamiento que le permite vivir, trabajar, tener una familia y disfrutar de sus aficiones, que no son pocas.
“Mi día a día es intenso: dirijo una empresa, tengo dos hijas, tres mascotas y muchas aficiones. La diálisis forma parte de mi vida, pero gracias a que la realizo en mi hogar puedo conciliar mi tratamiento con todos los aspectos de mi vida. Mis hijas están acostumbradas a la terapia y lo han normalizado tanto que incluso les hace ilusión compartir con sus amigas que su padre hace algo especial en casa y las llevan a la habitación donde hago la sesión de diálisis, aunque siempre les digo que tengan cuidado, que ellas están acostumbradas pero otros niños no”, explica.
A sus 40 años, Juan Cruz Villamayor cuenta cómo ha sido vivir todo ese proceso y cómo, finalmente, ha encontrado la mejor opción terapéutica para él: la hemodiálisis domiciliaria. Este tipo de hemodiálisis le ha permitido dirigir una empresa, tener pareja, dos hijas y llevar una vida totalmente activa, quizás demasiado, según él mismo reflexiona, pero es que no quiere perderse ni un ápice de lo que la vida le ofrece. Por eso, es un gran defensor de esta terapia que le está permitiendo llevar una vida normal.
Lleva toda la vida lidiando con problemas en sus riñones, que dejaron de funcionar cuando él tenía 12 años. Desde entonces, ha pasado por diferentes tipos de diálisis, tres trasplantes renales y 20 operaciones.
Nació con las vías urinarias deformadas y el reflujo de orina que le producía esta alteración dañó poco a poco sus riñones. Este problema de salud fue la razón principal por la que sus padres, y toda la familia, se trasladaron de su país natal, Argentina, a España, ya que consideraron que nuestro país les ofrecía más posibilidades médicas para que su hijo recibiera el mejor tratamiento posible.
“A los 12 años empecé con diálisis peritoneal. Este tratamiento lo fui alternando con los trasplantes de riñón. He tenido 3 trasplantes muy complicados, el segundo de ellos fue un riñón donado por mi padre y solo me duró 8 días”, recuerda Juan. Debido a todas esas complicaciones (rechazo del trasplante, peritonitis…) tuvo que pasar por quirófano hasta en 20 ocasiones, lo que le condicionó a requerir cuidados y atención constante por parte de sus padres. “Ellos son increíbles. No sé cómo han aguantado todo ese estrés. Mi madre fue prácticamente mi enfermera y mi padre trabajaba mucho y estaba pendiente de todo”.
Con estos vaivenes constantes de casa al hospital y del hospital a casa, Juan no tuvo una adolescencia fácil. “Repetí tres veces en el instituto, porque a mitad del curso me llamaban para un trasplante y ahí se paraba todo. Además, las varias peritonitis también me obligaron a ingresar en el hospital”, indica. En uno de estos ingresos, le hablaron sobre la hemodiálisis domiciliaria y empezó un proceso de valoración para conocer si sus condiciones domiciliarias eran adecuadas para este tipo de diálisis y evaluar su perfil como paciente.